Sólo hay que “ver” para ser maestro
Por: Lydia Usero Quiñones.
“¡Profesora, usted puede ver!”… “¡Profesora!, ¡la Profesora Usero nos está engañando!” “¡Ella puede ver!”… “¡Ustedes ven!” “¡Yo se los he dicho…!” “¡Ella puede ver!”… Estos comentarios y otros similares son los que se escuchan entre los estudiantes en los pasillos y salones del colegio para el cual trabajo. ¿Por qué estos comentarios? ¿Qué entienden los estudiantes y la mayoría de las personas por la palabra “ver”? ¿Puede ver una persona ciega? Al buscar en un diccionario la definición de “ver”, la primera definición que encontramos nos dice que “ver” es percibir la imagen que la luz reflejada por un objeto forma en la retina, y en consecuencia, percibir los objetos materiales por el sentido de la vista. Si nos basamos en esta definición, tenemos que llegar a la conclusión que un ciego no puede ver. Pero si continuamos leyendo la definición de la palabra, nos dice que ver es percibir intelectualmente, considerar, reflexionar, conocer, juzgar. Basándonos entonces en esta definición, vuelvo a preguntarles, ¿puede “ver” una persona ciega?
Cuando en el 1985 perdí la vista, no fue lo único que perdí, sino que también perdí mi trabajo como maestra. Los que estuvieron cerca de mí en ese entonces, y los que me han conocido después, saben que la pérdida de mi trabajo fue devastadora, ya que el ser maestra me fascina. En los años que estuve fuera de un salón de clase, siempre me preguntaba: ¿Es realmente indispensable ver para poder ser una buena maestra? ¿Necesito ver para poder hacer un trabajo eficiente como maestra? Las respuestas a éstas y muchas otras preguntas las encontré cuando en 1992, en la Convención Nacional Anual de la National Federation Of The Blind, participé en una reunión de la Asociación de Maestros Ciegos. El poder tener la oportunidad de compartir la filosofía de la Federación, escuchar diferentes testimonios y recomendaciones de un grupo experimentado de maestros ciegos, me ayudó, no sólo a encontrar las respuestas a mis preguntas, también salí dispuesta y confiada en regresar a un salón de clase. ¡Y así fue!… En mayo de 1995, regresé a mis funciones como maestra.
Cuando comencé en el colegio, uno de mis mayores objetivos fue que todos, estudiantes y compañeros de trabajo, me vieran como un miembro más del equipo. Desde el primer día no pedí privilegios, ni trato especial. Las tareas que tengo no son ni más, ni menos que las de cualquier profesor. Bueno, déjenme corregir, tengo un poco más, ya que hace tres años soy Supervisora de Inglés y Artes Liberales. Esto quiere decir que no sólo tengo que evaluar estudiantes, sino que también tengo que evaluar profesores, libros de texto, rendir informes, y evaluar y confeccionar exámenes departamentales y los prontuarios de los cursos.
Considero que un día de trabajo mío, es igual a el de cualquier maestro, lo único que varía es la forma en que realizo las distintas tareas. No olviden que los ciegos usamos métodos alternos. Un día regular de trabajo mío comienza a las siete y media de la mañana. Como todo maestro tengo que tomar asistencia, leer la lección del día para poder planificar la clase y preparar el material que voy a utilizar, preparar, leer y corregir exámenes, y otros trabajos. ¿Cómo lo hago? Para tomar la asistencia, tengo la lista de los estudiantes en un documento en mi “Braille ‘N Speak”. Además escribo los nombres en braille en tarjetas “index” y me aprendo los nombres de cada uno de mis estudiantes. En cuanto a leer las lecciones para poder planificar la clase y preparar el material, los primeros tres años, el señor Rolón me hacía el favor de copiar los libros con su “scanner”, y los grababa de “Openbook” a un cassette. Claro que ahora, con las mejoras a los distintos equipos de asistencia tecnológica, el trabajo es mucho más fácil. Ahora después de “scanner” o copiar los libros los copio a un disco y lo puedo tener en mi “Braille ‘N Speak”. De esta forma, es como si tuviera mi propio libro, y puedo discutir y leer los distintos ejercicios con mis estudiantes. No empece a que todavía hay unas pocas personas que no lo creen, los informes, exámenes, y cualquier otro ejercicio o material los preparo yo. ¿Escribo en la pizarra,…? ¡Claro que escribo en la pizarra! La prueba está en que cuando termino mis clases salgo como “mayorca de panadería”. No es nada difícil. Lo primero que hago es palpar con mis manos la superficie de la pizarra y trazo en mi mente una línea recta de borde a borde… y ¡voila! ¿No he necesitado acomodo razonable? Sí, tengo un estudiante asistente que me asiste en la corrección de algunos exámenes, lectura de memos, y llevar el registro.
Como han podido “ver”, mi día de maestra no es en nada diferente al de cualquier otro maestro. En muchas ocasiones, estando sola en el salón, después de terminar mis clases, pienso en los comentarios que hacen los estudiantes y otras personas sobre mí, y me digo: Sólo hay que “ver” para ser maestro. Ustedes… ¿qué piensan?