¿Soy ciego?
Por: Norberto Rivas.
Era en Puerto Rico en el mes de Septiembre del 1967, y estaba en mi tercer año de universidad leyendo con el único ojo que funcionaba y con la nariz clavada en la página de un texto de historia universal. Pensaba que no era muy distinto a los demás, sólo que tenía que acercarme más a las cosas para verlas y no me percataba que aún así, no las veía bien. No pensaba que era ciego.
Era una mañana de primavera tibia con cielo azul profundo y sin nubes en San José de California en el mes de Mayo de 1979. Estaba vestido con saco, chaleco, corbata y usando un bastón largo blanco para guiarme. Crucé la calle y me acerqué a la parada del autobús. Una dama elegante y bien vestida se me acercó y preguntó: “¿Es Usted ciego?” Le respondí, “Veo un poco, pero soy legalmente ciego”. La dama me miró de arriba a abajo detenidamente y me preguntó: “¿Cómo puede un ciego vestirse tan bien?” “¡Hasta su corbata está derecha y sus zapatos están bien lustrados!” En ese momento no supe cómo responderle.
Un frío día de invierno, de cielo gris y smog, estando en Phoenix, Arizona, estaba orientándome para cruzar una calle. Para esta fecha, ya estaba totalmente ciego. De repente siento unas manos que me sujetan fuertemente por los codos y me impulsan agresivamente hacia el otro lado de la calle. Una vez en el otro lado una voz me dice “He cumplido con mi buena obra del día. Gracias por darme la oportunidad.” En esta ocasión ya sabía qué decirle porque hacía unos meses había ingresado en la National Federation of The Blind.
En ese tiempo yo era dueño de una empresa que vendía enseres, radios, televisores, equipos estereofónicos e instrumentos musicales. Debido a esto, y al hecho de que había empleado personas con discapacidad, tuve la osadía de aceptar presentar un discurso en la noche de banquete de la NFB de Arizona. Ello sin saber que el Doctor Kenneth Jernigan sería el próximo en hablar. Persona que no conocía, ni sabía quién era. Hablé sobre los beneficios del Seguro Social, rehabilitación vocacional y otros. Me senté muy satisfecho de haber tenido la oportunidad de “iluminar” a los demás.
Escuché el discurso del Doctor Jernigan, y a la salida le busqué para conocerle y felicitarle. Al presentarme Me dijo en una voz muy suave y casi susurrando, “¿Sabías que esos beneficios maravillosos fueron logros de la NFB?” En esa noche comenzó mi educación sobre la ceguera.
El 14 de abril de 1998 me encontraba en el despacho del Presidente de la Unión Nacional de Ciegos de Perú. Había ido, como invitado de esa organización, con el propósito de asesorarles con la problemática de la ceguera. En la larga entrevista que tuvimos en esa mañana exploramos las actividades de la Unión, las necesidades de los ciegos en Perú y cómo podíamos ayudarles. Convinimos que diera unas charlas de cómo formar una micro-empresa. Perú no tiene ninguno de los programas de asistencia equivalentes a nuestro Seguro Social por Impedimento, Seguro de Ingreso Suplementario (SSDI y SSI por sus siglas en inglés), Medicare y Medicaid, ni rehabilitación vocacional, como tenemos en los Estados Unidos. Determinamos que la mejor forma de asistencia era que los ciegos comenzaran sus propias micro-empresas. La discriminación contra los ciegos es tan fuerte en Perú como en otras partes, pero sin ninguno de los remedios que conocemos. Sin embargo, los ciegos en Perú que eran dueños de sus negocios eran aceptados con igualdad en la sociedad. Cada vez que se daban los seminarios, asistían más y más personas, y a petición, tuve que presentar seminarios a otras organizaciones de personas con discapacidad.
¿Cuáles fueron los puntos que hicieron que los seminarios tuvieran tanto éxito? Fue lo que aprendí en la NFB. Algo que todo miembro de la NFB conoce. Independencia, el uso de métodos alternos, el uso de Braille y el bastón blanco, el cuidado de la apariencia física, y tomar el control de sus vidas. Es interesante que esa organización existe en su forma presente desde el 1932, pero como muchas otras organizaciones de y para ciegos, sus miembros no habían llegado a las conclusiones básicas para que el ciego pueda desarrollarse independientemente.
Falta mucho que hacer en el mundo, pero hemos sembrado la semilla de nuestra filosofía en muchos lugares conjuntamente con nuestro lema, “Con capacitación adecuada el ciego promedio puede ejercer el empleo promedio.”
¿Y qué le dije a la persona que me impulsó a cruzar la calle? Le dije “Muchas gracias por su buena voluntad, pero la próxima vez pregúntele al ciego si desea asistencia. Por ejemplo, en mi caso, me ha depositado en la esquina que no era la que deseaba. Con su permiso, cruzaré hacia la que deseo.” Sin ayuda, sin titubear y con paso firme crucé la calle.