Hacia una mejor filosofía de la belleza

Por: Lydia Usero Quiñones

A menudo me comentan lo bien maquillada que estoy, y me preguntan quién me maquilla. Al contestarle que lo hago yo misma, las personas se maravillan. ¿Por qué?, si a los ciegos se nos atribuyen cosas maravillosas. Que somos músicos dotados, que desarrollamos un sexto sentido, que tenemos los sentidos del olfato y la audición más desarrollados, que tenemos el sentido del tacto tan desarrollado que podemos determinar la denominación de un billete o colores, y muchas otras cosas. Entonces, ¿qué de maravilloso tiene que una mujer ciega se pueda maquillar ella misma?

Siempre me ha gustado el arte de aplicar el maquillaje. En la adolescencia me gustaba comprar revistas que enseñaban las distintas técnicas de maquillaje. Me encantaba observar a tía Margie y la prima Gladys cuando se maquillaban. Pasaba largas horas, frente a un espejo tratando de aprender cómo aplicarme la base, la sombra, el rouge, la mascara, y cómo hacerme la línea de los ojos. Pero nada me quedaba bien. Cuando trataba de hacerme la línea de los ojos y hacerme un rabo (que entonces estaba de moda), en lugar de rabo me salía una cola. Se me hacía muy difícil. Debido a la retinitis pigmentosa, mi vista estaba bastante afectada. A pesar de que tenía residuo visual, o como se conoce ahora, “visión funcional”, y usaba espejos con magnificación, en aquel entonces no pude aprender a maquillarme. Cuando iba a salir, la prima Gladys o mi mamá, me maquillaban. Con el tiempo, opté por sólo usar polvo y lápiz labial. ¿Me di por vencida? No. Simplemente, no quería depender de otras personas.

En la National Federation of The Blind los ciegos utilizamos “métodos alternos” para hacer las cosas y poder ser independientes. Lo que las personas que ven hacen de cierta forma, nosotros lo podemos hacer de otra. “no importan los medios, sino el fin.” Anteriormente, les dije que en aquel entonces, a pesar de mi visión funcional y los espejos con magnificación que utilizaba, no pude aprender a maquillarme. ¿Saben ustedes por qué? No pude aprender porque estaba utilizando métodos de las personas que ven. Tenía visión funcional pero no eficiente. Comencé entonces, a conocer y trazar con mis manos y dedos las líneas y contornos de mi cara, ojos, pómulos, labios, nariz y barbilla. Ya no necesitaba de la visión funcional, ni de un espejo con magnificación para poderme ver. Imaginaba que me estaba aplicando el maquillaje con las manos o dedos, y así iba viendo la forma y contornos de mi cara. ¿Métodos alternos? Sí. Después de ver mi cara con mis manos y dedos, puse en práctica algunas de las técnicas de maquillaje que había aprendido en las revistas y busqué distintas alternativas.

No uso nada fuera de lo común para maquillarme; crema humectante, pañuelos faciales para posible exceso, polvo suelto, sombra, aplicadores de algodón para la sombra, mascara, lápiz para los ojos, rouge, lápiz labial y polvo compacto. Como pueden ver, uso todo lo que ustedes pueden encontrar en cualquier tienda y que todas las mujeres podemos utilizar para maquillarnos. Lo que varía es cómo me aplico el maquillaje. Uno de mis retos más grandes era poder hacerme la línea en el párpado inferior. Trabajar con un pincel, para mí, era un poco complicado. No podía percibir bien la orilla del párpado para poder hacerme la línea. Siempre se me corría la pintura. Traté con distintos pinceles y lápices, hasta que encontré un lápiz apropiado. La punta tiene que estar redondeada y no muy afilada. Otra de las cosas que se me hacía difícil era aplicarme la sombra con una brocha, ya que los residuos del polvo se me regaban por los pómulos. Al principio lo hacía con los dedos. Un día traté con un aplicador de algodón (mejor conocido como Q-Tip), y desde entonces es así como me aplico la sombra. Para aplicarme el rouge, primero aprendí a delinearme el área de los pómulos con la yema de los dedos, y después, probé con distintas brochas, hasta encontrar la que mejor podía manejar. Uso una brocha que es plana, y corta. En cuanto a la mascara que uso, no tiene color, y el aplicador tiene una forma curva. Se me hace muy fácil aplicarla. Después de aplicarme la mascara, siempre me paso un dedo por las pestañas para separarlas y quitar el exceso. Algo que nos preocupa, por miedo a los excesos y parecernos a la “Cucaracha Martina”, es aplicarnos el humectante, la base, el polvo, o el rouge. Esto lo resolví muy fácilmente. Después de aplicarme el humectante, la base, el polvo, o el rouge, siempre me paso un pañuelo facial para quitarme cualquier posible exceso, ¡y problema resuelto! Nada maravilloso, ¿verdad? Gracias a nuestra filosofía en la Federación, hoy día, puedo hacerme la línea de los ojos, aplicarme base, polvo, rouge, mascara y sombra.

No tengo que pasar largas horas frente a un espejo. No tengo, ni necesito la visión funcional. Cuando tengo alguna actividad no necesito que la prima Gladys o mi mamá me maquillen. No soy una experta del maquillaje, pero lo más importante es que tengo la satisfacción de poderlo hacer por mí misma. Siento además, la satisfacción que siente toda mujer cuando se arregla, verse bien. ¿Ustedes qué creen?